Es difícil no sucumbir a los enojos o sentirse impotente ante lo que parece injusto … ¿Existe la solución para encontrar el equilibrio?
No solo gracias a las limitaciones legales y éticas de la civilización moderna, es extremadamente improbable que cuando te enojes vayas a matar o agredir físicamente a tu jefe, u otros seres humanos que te sacan de quicio.
Casi nunca se resuelve el problema que lo originó. Y la reacción, tan contraproducente, actúa en base a dos criterios: tu ira se dirige hacia una persona que se ha comportado intencionalmente y/o innecesariamente de una manera hiriente hacia ti; es beneficioso o ventajoso para lograr una meta, o como defensa.
Si buscamos una alternativa para no abandonar el buen juicio y no ceder a la tentación de la ira, existe una que debería neutralizarla en segundos. Si se está realmente enojado, en minutos. Significará superar más resistencias inconscientes de las que jamás hubiéramos imaginado.
Podemos volver a una apariencia de control cuando, en nuestra frustración momentánea, tomamos conciencia de que podemos utilizar herramientas simbólicas para aislarnos. Por ejemplo, el mandil de los cocineros, de momento parapeta evitando las manchas y protege ante posibles accidentes laborales como quemaduras, cortes o impactos. Aunque después de su uso habrá que limpiarlo y cada mancha se eliminará no siempre del mismo modo.
He aquí la técnica de la triple R para el control de la ira:
1.- RELAJARSE
Dado que la ira es la emoción que prepara todo el cuerpo para la lucha (frente a la huida inspirada por el miedo), debemos encontrar una manera de descargar esta “energía de lucha” no productiva antes de hacer cualquier otra cosa. En términos generales, es la reacción a una amenaza percibida que afecta con tanta fuerza tanto a nuestro pensamiento como a nuestro cuerpo.
Una vez que la emoción nos supera y hemos perdido la capacidad de evaluar objetivamente la situación, es muy probable que ataquemos, por lo menos verbalmente. En ese momento, el pensamiento ya no está impulsado por la neocorteza racional más evolucionada (o “nuevo cerebro”), sino por el cerebro medio mucho más primitivo, orientado a la supervivencia y mas simplista: ¡Yo tengo razón, tú estás equivocado! Es un estado mental infantil y regresivo que anhela venganza. Una venganza instantánea.
El primer paso es intentar calmar el cuerpo alterado. Solo entonces podremos concentrarnos en el segundo paso que es calmar nuestra mente airada.
Es esencial conocer una manera de relajarnos: respiración profunda, rítmica y diafragmática; alguna forma de meditación; escuchar música tranquilizante; visualización o imaginería guiada; yoga; o cualquiera de las muchas técnicas existentes. Y aprender una, porque parece ser que nuestro cuerpo realmente no puede diferenciar entre lo que es real y lo que está bien imaginado.
Y si, finalmente, no podemos relajarnos con ninguno de los métodos disponibles para “tranquilizar el cuerpo”, podemos intentar hacer ejercicio vigoroso para liberar (de manera no violenta) la tensión física.
2.- REVALUAR
Desde una perspectiva diferente y más positiva, alterando la perspectiva y la emoción ligada a ella, que también debe cambiar.
¿Cuál es la evidencia concreta de que alguien intencionalmente quisiera antagonizarme, herirme o humillarme? ¿Puedo ver esta situación desde el punto de vista de la otra persona (es decir, tratar de comprender sus motivos de manera más empática)?
Probablemente podría enumerar otras 50 ¡o 100! preguntas para hacernos cuando nuestros botones de vulnerabilidad están siendo presionados.
Dado que nuestro enfado no provino de la situación en sí, sino del significado negativo, la interpretación o la evaluación que le atribuimos, puede evaluarse de manera más sensata o mesurada, ayudando a eliminarlo.
Los eventos externos son solo eso, algo externo a nosotros; la emoción “bélica” es algo que se crea en nuestra propia mente.
3.- REHUIR
Ponte un mandil, simbólicamente, antes y siempre que intuyas o veas que la situación es compleja, hiriente o se te va a ir de las manos.
Una buena estrategia para manejar la ira
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