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¿La Masonería es una sociedad secreta?

No. A veces decimos que somos una sociedad discreta.

Las innumerables persecuciones que ha sufrido la Masonería durante siglos (y los españoles sabemos de eso casi más que nadie) nos aconsejan mantener la discreción… incluso hoy, cuando lleva más de 40 años legalmente reconocida.

En España, que alguien diga públicamente que es masón puede poner todavía hoy en peligro su empleo o sus relaciones personales. En otros países, sin embargo, un maestro masón suele poner ese dato en su curriculum vitae: se tiene por una garantía se honradez, seriedad y fiabilidad.

Además, ¿conoce usted alguna sociedad secreta que aparezca en la guía de teléfonos, publique comunicados, organice conferencias públicas, esté en las redes sociales o conceda entrevistas? ¿Estaría usted leyendo esta página web si fuésemos una sociedad secreta?

Muchos dicen que ustedes son una secta.

Pues no es verdad. La Masonería no tiene ninguna de las características de las sectas: no busca la sumisión de sus miembros a ningún gurú o líder, no exige obediencia  ciega, no lava el cerebro de las personas ni controla sus mentes (nos esforzamos precisamente en que cada cual piense por sí mismo), no aísla a nadie de su entorno familiar, no genera enfermizas dependencias emocionales que cuesta muchísimo tiempo y trabajo curar, y no obliga a sus fieles a “entregar todo lo que tienen” para enriquecer al líder supremo a cambio de “salvar el alma”.

Es al revés: La Masonería prepara para cada uno de sus miembros un camino personalizado hacia la maestría de sí mismo.

La Masonería no admite a menores de edad en las Logias y se dirige a personas libres, dotadas de autonomía como individuos: la Logia no somete a sus miembros a ningún tipo de dirección espiritual o ideológica.

El método masónico no es un camino de salvación de tipo religioso sino un proceso de autoesclarecimiento continuo, compatible con cualquier fe o creencia que no anule la libertad del individuo.

¿ Y eso de que conspiran para dominar el mundo?

Esa es la más infantil (y halagadora) de todas las tonterías que se han dicho sobre nosotros. Pero es la que más ha calado en mucha gente y en muchas épocas. Y hoy, aunque parezca increíble, sigue viva gracias a los esfuerzos incesantes de los conspiranoicos, siempre empeñados en asustar a los niños con el hombre del saco.

Se ha utilizado perversamente la larguísima lista de grandes hombres y mujeres (presidentes, filósofos, científicos, ideólogos, humanistas, astronautas, inventores, músicos, precursores, políticos…) que fueron o son masones para sostener semejante simpleza, porque si realmente hubiera sido así, bastaría con dar una rápida lectura a esa lista para concluir que ya estamos dominando el mundo…

Pero quienes vivimos la Masonería sabemos bien que eso no es más que un cuento, lo cual no nos impide sentir un legítimo orgullo al poder escribir esos ilustres nombres en nuestras columnas y compartir el sentimiento de que la Masonería –en los oscuros tiempos en que muchos de ellos vivieron– colaboró para crear un ámbito que les ayudara a desarrollar su grandeza.

Si no tienen nada que ocultar, ¿Por qué sus reuniones no son públicas?

Por la misma razón por la que tampoco lo son los claustros de profesores, los consejos de administración de las empresas, las juntas de las comunidades de vecinos, las reuniones de periodistas para decidir qué va en la primera página, los banquetes de bodas, bautizos o aniversarios familiares… Todo eso son reuniones privadas, lo cual no quiere decir que sean secretas ni mucho menos malignas.

Pues con nosotros sucede exactamente igual. Somos un grupo de personas que se reúnen libremente para unos fines lícitos, pero si usted quiere entrar a ver lo que hacemos tendrá que formar parte del grupo o ser invitado.


Lo mismo que sucede en muchísimas asociaciones humanas.

Entonces ¿cualquiera puede ser masón?

No, no cualquiera.

Si quiere usted pertenecer a Arte Real deberá ser mayor de edad y ha de saber que no aceptamos fanáticos, integristas, racistas, xenófobos, homófobos ni intolerantes de ninguna clase.

En nuestro criterio de selección (que, efectivamente, es estricto) no se evalúa ni el poder económico ni el prestigio social del candidato. Solo su coincidencia con los valores humanistas que la Masonería defiende y sostiene.

El aspirante debe demostrar que es capaz de convivir con personas que piensan de manera diferente a la suya, o que tienen otras creencias, y debe convencernos de que no quiere imponer sus ideas a los demás.

El candidato a masón tendrá que dejar claro que es una persona libre y respetuosa, de comportamiento social digno y que se gana la vida honradamente.

Para ayudar a los candidatos a demostrar todo esto les hacemos varias entrevistas, diferentes pruebas, les pedirnos cierta documentación y luego votamos todos los miembros de la Logia.

Si todo va bien, llega la Iniciación. El proceso no es sencillo ni rápido, pero creemos que es lo mejor para el candidato y para todos nosotros.

¿Son, como se dice, ateos y anticlericales?

No, no lo somos.

Lo que pasa es que la Masonería ha combatido siempre toda forma de intolerancia (lo mismo que todas las intolerancias han perseguido a los masones, y lo siguen haciendo), y por eso se ha enfrentado también con la Iglesia Católica, o con cualquier otra, cuando estas han sido intolerantes; en ese aspecto, y solo en ese, la sigue criticando hoy, pero del mismo modo que sostiene ese enfrentamiento con cualquier religión, secta, partido, ideología o grupo que se sustente en la intolerancia o que favorezca su práctica. Pero no es anticlerical (si lo fuera no aceptaría sacerdotes, cosa que sí hace), ni tampoco atea. La Masonería es laica.

Es verdad que la Biblia preside la mayoría de los Templos masónicos, no todos, pero su sentido apunta más a la Sabiduría que a la religión, a la que respeta en todas sus manifestaciones, tanto cristianas como orientales. Pero no las adopta como propias. Nuestra invocación al Gran Arquitecto del Universo las abarca a todas ellas.

La interpretación de ese Gran Arquitecto es cosa de cada uno, como corresponde a librepensadores. Agnósticos y ateos tienen la misma dignidad entre nosotros que judíos, católicos, musulmanes, budistas o que alguien que adore a Zeus o a Odín. Eso es cosa suya.

En Arte Real no nos preocupa su religión, pero no aceptamos a quien justifique la violencia, la tortura, la tiranía o la pena de muerte.

Pero hacen ceremonias y ritos, llevan ropas raras…

Sí, la Masonería tiene una fuerte carga ritual.

¿Y de verdad le parecen raros nuestros atuendos?

Un mandil que tiene su origen en los picapedreros, unos guantes y, solo en algunos casos, un collar de tela bordada… Casi nunca hay más.

Un párroco en misa mayor, un coronel condecorado o un juez con su toga y sus puñetas tienen un aspecto mucho más llamativo que el nuestro. Lo que pasa es que a ellos estamos habituados a verlos desde niños y a los masones no, al menos no en España.

Un ritual es una ceremonia, como lo es la apertura de los Juegos Olímpicos, la entrega de diplomas de una universidad, la jura de la bandera o una misa.

Nuestros rituales tienen tanta solera como muchos de ellos y expresan tradiciones que nos recuerdan un pasado muy querido: muchas personas fueron asesinadas por el delito de llevar un mandil de masón.

Los rituales masónicos, que carecen dioses, dogmas y clérigos, proceden de la decantación histórica del trabajo de las personas, del pensamiento, de la razón humana. En nuestros ritos, todo el mundo sabe por qué hace lo que hace, de dónde procede y qué significa: no hay mecanicidad ni repetición sin sentido. Todo se entiende.

Los rituales conservan el método masónico, un proceso de  autoesclarecimiento o aprendizaje psicológico. Estos rituales han sido elaborados a lo largo de siglos y guardan una especifica ecología emocional, estética y simbólica; son un sutil y muy bello equilibrio de gestos y palabras que no puede ser alterado arbitrariamente.

En Arte Real nos enorgullecemos de practicar nuestro rito con especial esmero, porque sabemos que, si se hace bien, nos resulta a todos inmensamente útil.

También sabemos que el ritualismo es un problema para muchas personas, porque les hace sentir incómodos. Si ese es su caso, sentimos decirle que la Masonería no es lo que quizá usted esta buscando.

 

¿Como captan a sus adeptos? ¿Me pedirán que ingrese?

No hacemos eso. Nunca.

No captamos a nadie ni buscamos adeptos.

La Masonería no hace proselitismo.

Si alguien se acerca a usted proponiéndole que se haga masón, desconfíe inmediatamente porque es probable que esté ante un farsante.

Si quiere ingresar en Masonería, deberá ser usted quien nos busque y nos proponga que le aceptemos. Nosotros no iremos a llamar a su puerta ni le pararemos por la calle para adoctrinarle con nada ni venderle nada.

Una persona se inicia en Masonería porque esta buscando algo, no porque otros le convenzan de que tal producto, que no ha pedido y que no necesita, es el que lava más blanco o el que solucionará todos sus problemas.

Hay que repetirlo: no somos una secta.

¿Es verdad que es un asunto más bien para ricos?

De ninguna manera.

Le sorprendería ver la variedad humana, económica, profesional y de formación
académica que tenemos en Arte Real.

Pero hay algo importante: cuando comienza nuestro trabajo, todo eso se queda fuera.

En una Logia nadie es más que nadie (ni tampoco menos) por su dinero por su importancia política o empresarial.

Todos somos absolutamente iguales. Cada año elegimos democráticamente a quienes van a desempeñar los diferentes oficios (presidente, secretario, etc.) y no aceptamos más jerarquía que esa, que nosotros mismos nos imponemos.

Es cierto que existen distintos grados, pero solo proceden de la experiencia demostrada en el proceso iniciático y no otorgan ninguna clase de mando merecedor de respeto.

En Masonería, el único respeto que vale es el que cada cual se gana con su manera de proceder.

No hay otro.

¿Que pinta una cosa tan antigua en pleno siglo XXI?

La divisa masónica Libertad, Igualdad y Fraternidad fue bandera de la Revolución Francesa.

Los fundadores de los Estados Unidos de América eran todos masones, como lo fueron los lideres de la Independencia de toda Latinoamérica.

Eso es el pasado, es cierto. Pero son ahora el racismo, la xenofobia, la degradación del planeta, el fanatismo religioso, el terrorismo, la situación de la mujer, el abismo creciente entre el Primer y el Tercer Mundo, la generalización de la codicia, la perdida de valores éticos, los crecientes abusos del poder, el dominio casi imparable de grupos ultraconservadores que buscan eliminar libertades individuales y progresos sociales… todo eso es lo que preocupa hoy a los masones.

¿y qué hace la Masonería ante una realidad así?

Invita a reflexionar. Crea un espacio de convivencia por encima de diferencias políticas, religiosas o sociales.

Abre, con su método iniciático, la vía a un aprendizaje personal consciente, libre de manipulaciones, consignas y demagogias.

Mediante su lenguaje simbólico y universal, enseña a pensar, a escuchar, a razonar con rigor y profundidad, tanto a solas como en común.

Estimula a las personas frente a la indiferencia, el abatimiento y el egoísmo.

Es una escuela de ciudadanía, y eso es lo que las tiranías de todos los tiempos (tiranías políticas, religiosas, económicas o de cualquier clase) han temido siempre más que a ninguna otra cosa: que los borregos se pongan a pensar y decidan dejar de serlo.

La verdad, no nos parece una cosa antigua.

Sobre todo hoy.