– Presidente, tengo aquí a los masones.
– ¿Qué hago? ¿Los detengo?
– No, no… Mejor legalízalos.
(Conversación telefónica entre el ministro español del interior Rodolfo Martin Villa, y el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, en enero de 1979).
Los masones nos organizamos en Logias. Esa es la unidad básica de trabajo en la Masonería de todo el mundo. Logia es un término que procede de los albañiles medievales y que tiene una etimología muy complicada y discutida.
Probablemente viene del latín locus, lugar; la Logia era el recinto cerrado en que se reunían los constructores del Medievo para diseñar sus edificios gracias a unos conocimientos que nadie mas que ellos tenía: el arte de la Arquitectura, que había que mantener en secreto para que su próspero modo de vida no se viniese abajo. Así crearon no solo un negocio sino una sociabilidad, una forma de relacionarse.
Los masones estaban acostumbrados a una libertad que muy poca gente tenía entonces: iban y venían por Europa sin hacer caso de fronteras, porque los reyes y poderosos de todas partes reclamaban su muy valioso trabajo.
Así en Francia se les llamaba franc-maçons (constructores libres); en Inglaterra, free masons; en Italia, liberi muratori; en Alemania, Freimaurer; en Portugal, pedreiros lívres, y en el Diccionario de la Real Academia Española aún sobrevive el termino mazonero para el que hace obras de cal y canto, o sea mazonería. Cuando la Arquitectura se convirtió en una ciencia que cualquiera podía aprender en las universidades, muchos de aquellos viejos albañiles operativos vieron que había desaparecido su secreto.
Pero algunos, en vez de extinguirse como industria, decidieron cambiar: admitieron en sus fábricas a gentes que no provenían de su oficio original (se les llamó masones aceptados) y, poco a poco, transformaron sus logias en centros de reunión donde ya no se levantaban palacios, puentes o catedrales, sino personas, gracias a la reflexión y al estudio. Conservaron la metáfora de la cantería y la construcción, pero se dedicaron a la tolerancia y a la filosofía.
Era el tiempo de la Ilustración. Había nacido la Masonería especulativa o filosófica. La primera vez que varias de aquellas desperdigadas logias de aceptados decidieron organizarse para trabajar juntas y más eficazmente fue en 1717. Sucedió en Londres. El 24 de junio, día de San Juan, se reunieron en una típica taberna, El Ganso y Ia Parrilla.
Eligieron como representante común a un hombre corriente del que apenas se sabe nada, Anthony Sayer. El fue el primer Gran Maestre de la Masonería moderna. Y la organización que crearon se llamó Gran Logia de Londres y Westminster. Desde entonces hasta hoy, esa estructura esencial no ha cambiado mucho.
No es este el lugar de contar la historia de la Masonería durante los útimos tres siglos, pero sí hay que decir que las Logias siguen siendo el lugar de trabajo fundamental, soberano y democrático de los masones; que cada una de las Logias elige a sus oficiales y representantes, y que se siguen federando o coordinando, como los viejos ingleses, en Grandes Logias (que también se llaman Obediencias) para trabajar mejor y tener una voz unida y más fuerte ante la sociedad.
Así, nuestra Logia Arte Real forma parte de la Gran Logia Simbólica Española (GLSE), la organización masónica de carácter adogmático, igualitario, liberal y laico más numerosa de la Masonería española actual.
La GLSE es adogmática porque, en la tradición de la Masonería continental europea, no exige a sus miembros que crean en algún dios ni en la inmortalidad del alma: considera que las creencias religiosas, o la ausencia de creencias, pertenecen al pensamiento íntimo de cada masón.
La GLSE es igualitaria porque, en nombre del principio esencial de la Igualdad, acoge en sus Logias tanto a hombres como a mujeres sin la más mínima diferencia ni en derechos ni en obligaciones; de hecho, ya ha tenido al frente a dos Grandes Maestras.
La GLSE es liberal porque no admite cargos vitalicios ni perpetuos, ni rangos de aroma “aristocrático”: todos sus representantes son elegidos libremente por todos los masones y masonas para un periodo fijado que solo puede renovarse una vez.
Y la GLSE es laica porque considera que las creencias son un asunto que pertenece a la vida personal de cada ser humano; que nunca deben imponerse a los demás y que es esencial la defensa de un espacio de convivencia civil y común a todos en el que todas esa s creencias, o la falta de ellas, puedan coexistir en pie de igualdad, en plena libertad y sin el menor privilegio para nadie.
Después de la terrible noche del franquismo, tenebroso periodo de la historia de España en que la Masonería padeció una de las persecuciones más brutales que haya sufrido nunca en ninguna parte del mundo (unos 15.000 asesinados y más de 80.000 represaliados por el delito de ser masones), la Masonería se legalizó en nuestro país el 19 de mayo de 1979, gracias a una sentencia de la Audiencia Nacional que anulaba una resolución del Ministerio del Interior (dirigido por Rodolfo Martín Villa) que pretendía mantenerla en las catacumbas.
Aquello iba en contra de la recién aprobada Constitución e incluso de la voluntad del entonces presidente del Gobierno, Adolfo Suárez.
Un año después, el 15 de mayo de 1980, se constituyó en Barcelona la Gran Logia Simbólica Española, con sede en la calle de Avinyó.
Tomó su nombre de otra Obediencia nacida en Cataluña en 1920.
Como había sucedido en Londres 263 años antes, la integraron Logias que ya habían empezado a trabajar (incluso antes de la muerte del dictador Franco) y personas a las que no olvidaremos nunca.
Muchos de ellos procedían del exilio europeo y americano.
Entre aquellas Logias destaca la barcelonesa Minerva-Lleialtat, creada en febrero de 1977 y que hoy sigue siendo uno de los pilares de la GLSE.
También Justicia, de Barcelona, y muy pronto Hermes-Tolerancia, la más antigua de Madrid.
Entre las personas, es Imposible no citar a Rafael Vilaplana, primer Gran Maestre de la nueva organización.
Eran los tiempos en que las reuniones masónicas (que nosotros llamamos Tenidas, viejo nombre que proviene del francés tenue, sesión) aún se celebraban clandestinamente en casa de alguno de los hermanos.
Muy poco tiempo después, en 1983, la GLSE fue recibida en el Centro de Enlace y de Información de las Potencias Masónicas firmantes del Llamamiento de Estrasburgo de 22 de enero de 1961; sus siglas son CLIPSAS, la gran organización mundial de Ia Francmasonería liberal.
Las relaciones internacionales más estrechas se mantuvieron desde el principio con el Gran Oriente de Francia, el Gran Oriente de Bélgica, la Federación belga del Derecho Humano y la Gran Logia de Italia.
El progreso de la GLSE fue lento y a veces muy difícil.
La estrategia de los legalizadores, la extinguida UCD (aquel ministro prefería que los masones siguiesen prohibidos, como en los tiempos de Franco), tuvo el lamentable resultado de atomizar a la recién nacida Masonería española hasta extremos, a veces, muy tristes. Se creaban “Grandes Logias” que reunían a veinte o treinta personas.
Los recelos y enfrentamientos entre masones, teñidos las más de las veces de personalismos y afanes de notoriedad que nada tienen que ver con los principios de la Masonería, se han convertido, tristemente, en una de las características más peculiares de la Orden masónica en España.
Pero la GLSE (“la Simbólica”, como se la conocía) salió adelante gracias al esfuerzo y a la perseverancia de muchos hombres y mujeres que dedicaron al trabajo masónico lo mejor de su tiempo y de su creatividad.
Uno de ellos fue Roger Leveder Le Pottier, segundo Gran Maestre de la GLSE después de haber sido presidente elegido (lo que los masones llamamos Venerable Maestro) de varias Logias de Madrid y Barcelona.
Durante el mandato de Roger Leveder se produjo (27 de junio de 1992) el segundo gran salto adelante de la GLSE: la admisión de mujeres como miembros de pleno derecho, exactamente igual que los hombres.
Leveder falleció en 1998.
El tercer Gran Maestre de la GLSE fue el abogado Joan García Grau, un hombre de carácter reservado a quien le tocó la incómoda tarea de poner paz en donde esta nunca debió dejar de estar.
Pero los masones somos seres humanos, como cualquiera, y las diferencias de opinión sobre cómo y hacia donde debería ir la Masonería causaron, junto con los sempiternos personalismos, abandonos, escisiones y diferencias que García Grau intentó conciliar, y muchas veces con éxito.
El camino no era fácil ni mucho menos.
El cuarto Gran Maestre, proclamado en 1997, fue el abogado y escritor Javier Otaola Bajeneta. Con él, la GLSE experimentó un notable avance en lo que se refiere a su visibilidad, a su presencia en los medios de comunicación y también en la profundización de su pensamiento filosófico.
Otaola, autor de numerosos libros sobre Masonería y novelista de éxito, sigue siendo hoy uno de los masones más respetados de España y un referente para todos los miembros de la GLSE.
El fundó la Logia de Estudios Theorema y fue, además, el primer y hasta ahora el único español que llegó a la presidencia de CLIPSAS, la organización mundial de la Masonería liberal fundada en 1961.
Otaola la dirigió entre 1998 y 2000.
La zamorana Ascensión Tejerina Hernández está en la historia de la Masonería española por ser la primera mujer que llegó al puesto de Gran Maestre.
Fue la quinta persona elegida para esa responsabilidad y la ocupó durante dos mandatos, entre 2000 y 2006.
Afincada en Sevilla, profundizó en las líneas abiertas por Otaola: recuperación de la normalización social de la Masonería en España e intensidad en el trabajo intelectual.
Ha sido por dos veces Venerable Maestra (presidenta) de la Logia Obreros de Hiram, una de las más importantes de Andalucía, y fundadora de la Logia Ariadna, también en Sevilla.
Además presidió la Logia de Estudios Theorema.
Es autora del libro “De oficio, masón”.
El periodista leridano Jordi Farrerons Farré fue el sexto Gran Maestre, elegido en la Asamblea General de 2000.
Hombre de una gran bondad personal y de ideas muy claras, su trabajo (también durante dos mandatos) fue el de la consolidación de la GLSE como una organización firme, bien asentada en sus recursos y en su funcionamiento institucional después de años en los que la Gran Logia padeció varias crisis y precariedades.
Contribuyó como pocos a estabilizar la organización, impulsó su crecimiento, mejoró las relaciones con las instituciones públicas y también con otras organizaciones masónicas, tanto españolas como internacionales.
La séptima Gran Maestre de la GLSE fue la empresaria aragonesa Nieves Bayo Gallego, nacida en Jaca (Huesca).
Fue proclamada en la Asamblea General de Valladolid, en mayo de 2012, y conoce como muy pocos el funcionamiento de la Gran Logia porque fue, primero, presidenta de la Alta Cámara de Justicia (el organismo que tenemos los masones para dirimir nuestras diferencias) y después Gran Maestre adjunta durante los dos mandatos de Jordi Farrerons.
Por primera vez en la historia de la GLSE, dos mujeres ocupaban los dos puestos de máxima responsabilidad en la estructura organizativa: la Gran Maestre adjunta era Esther Mascaró, procedente de la Masonería de Baleares.
La actividad de Nieves Bayo como Gran Maestre de Ia GLSE buscó y logró el crecimiento de la Obediencia, que abrió varias nuevas Logias durante estos dos años; una mayor información a la sociedad de la realidad masónica, a través de los medios y de internet; y esto, sobre todo, hizo que se oyera la voz de la Masonería en unos tiempos especialmente crueles para todos, por la crisis económica y por el deterioro creciente de los valores cívicos y democráticos que padecía la sociedad española.
En la Asamblea General celebrada en Vitoria-Gasteiz, en junio de 2018, tomó posesión el octavo Gran Maestre de la GLSE, Xavier Molina Figueras, doctor en Farmacia y especialista en investigación clínica.
Nacido en Girona, con 46 años en el momento de su instalación, Molina ha imprimido un extraordinario dinamismo a la Gran Logia, en todos sus aspectos.
Tan solo en los dos primeros años y medio de su mandato, el número de los miembros de la GLSE creció en más de un 20%, se crearon trece nuevas Logias, se multiplicó de forma decisiva el trabajo de comunicación y de visibilidad pública de la Obediencia, creció enormemente la acción solidaria, se intensificaron las relaciones internacionales, se agregaron dos nuevos ritos (el de Menfis-Mizraïm y el de Emulación), se adquirió la nueva sede de la GLSE en Madrid, en la que trabajan muchas otras organizaciones masónicas… y se superó con brillantez el terrible desafío de la pandemia causada por el covid-19: ante la casi imposibilidad de celebrar Tenidas presenciales, se realizaron cientos de reuniones telemáticas, conferencias, sesiones de formación de todos los grados y todo género de encuentros, incluidos los internacionales. La GLSE no se detuvo un solo instante ni se fue de vacaciones hasta que pasara la peste.
Xavier Molina parecía estar en todas partes, antes y durante la pandemia: la Gran Logia se creció ante la dificultad con más fuerza y cohesión que nunca.
Xavier Molina fue reelegido como Gran Maestre de la GLSE en la primavera de 2021, por una abrumadora mayoría de los votos: prácticamente una proporción de tres a uno sobre la otra candidata. También ganó con toda claridad en el Distrito Centro, al que pertenece nuestra Logia, Arte Real. Así pues, Molina estará al frente de la Gran Logia Simbólica Española hasta junio de 2024.
La Gran Logia Simbólica Española agrupa hoy a 53 Logias repartidas por prácticamente toda España, además de otros países como Francia, Bélgica o Suecia.
Sigue creciendo conforme a los principios de la Masonería universal y de la propia Constitución de la GLSE, cuyo artículo primero puede leerse en la página de Inicio de esta misma web.
Además del Gran Maestre, sus órganos de gobierno son, como poder ejecutivo, el Gran Consejo Simbólico (20 maestros elegidos por todos los masones); como poder legislativo, la Asamblea General, que se celebra cada año en unlugar diferente de España: y como poder judicial, la Alta Cámara de Justicia, también elegida por sufragio de todos los masones y masonas de la Gran Logia.
En 2020, en medio de la pandemia por el covid-19, la GLSE celebró sus primeros 40 años de trabajo ininterrumpido por el perfeccionamiento personal de cada uno de nosotros, por el progreso de la sociedad en que vivimos y por la prevalencia de los valores humanistas, cívicos y democráticos que han impulsado a la Masonería desde hace tres siglos.
Nuestra divisa sigue siendo la misma de siempre; Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Y seguirnos trabajando para eso todos los días.