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La Espiral Que Nos Impulsa

Leonardo de Pisa, llamado Fibonacci (1170-1250), matemático, fue quien difundió el sistema de numeración árabe que usamos hoy.

A principios del siglo XIII ideó una sucesión de números naturales
aparentemente sencilla. Partía del 0 y comenzaba con el 1.

A partir de ahí solo había que sumar el último número al anterior:

0. 1. 0+1=1. 1+1=2. 1+2=3. 2+3=5. 3+5=8. 5+8=13
1,1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144, 233, 377…

Es la sucesión de números más célebre de la historia.

Si se dibujan cuadrados cuyos lados midan lo que va indicando esa sucesión, y se agrupan de menor a mayor tamaño, se ve que esos cuadrados, unidos, forman rectángulos cada vez mayores, pero perfectamente proporcionales entre sí.

La proporción de esos rectángulos es extraordinariamente parecida (aunque no idéntica) a la del número áureo, que los antiguos consideraban el canon perfecto de la belleza.

Pero hay más: si se unen con una línea siempre los mismos ángulos
de cada uno de esos cuadrados, el resultado es una espiral prodigiosa.

Nautilus

Una espiral que se hace cada vez mayor pero que es siempre, en su proporción, perfectamente idéntica a sí misma. Siempre.

Y esa espiral se encuentra muchísimas veces, como la proporción áurea, no solo en las construcciones   humanas sino en la naturaleza.

Está en muchos caracoles, en numerosas plantas, en la estructura de las galaxias, la génesis de las   tormentas…

Y nosotros pensamos que también está, simbólicamente, en la voluntad humana.

Casi cinco siglos después de Fibonacci, el  matemático suizo Jakob Bernoulli (1654-1705) dedicó muchos años de su vida a estudiar la espiral logarítmica, nieta de las ideas de Fibonacci.

En esa espiral, las distancias entre sus brazos aumentan en progresión geométrica hacia el infinito.
Bernoulli escribió:

“Esa espiral es para mí un símbolo de fortaleza, de constancia en la adversidad. Pero también es un símbolo del ser humano, el cual, después de todos los cambios y transformaciones, incluso ante la muerte, sigue aspirando a su Ser  perfecto y exacto”.

Bernoulli dejó dicho que, en su tumba de Basilea,  esculpiesen una imagen de su espiral logarítmica y añadiesen un lema en latín:

Eadem Mutata Resurgo, es decir:

“transformada,  renazco idéntica a mí misma”.

Esa es nuestra voluntad.

Escalera Helicoidal

Los masones de Arte Real sabemos bien eso.

Nuestra Logia nació en 1997 y su vida ha sido  siempre, y sigue siendo hoy, buena prueba de cuánta razón tenían los dos sabios, Fibonacci y Bernoulli.

Como todo grupo humano, Arte Real ha experimentado cambios, renovaciones, una  evolución que no ha cesado nunca (el  esclarecimiento personal es constante en todo  proceso iniciático) y hasta algunas inevitables crisis.

Pero nuestra Logia siempre ha resurgido idéntica a si misma en su esencia, en su voluntad y en su ilusión.

El pensamiento humano libre, el afán por saber, es  también como esa espiral asombrosa: crece y crece  sobre sí mismo.

Y siempre va hacia arriba, hacia el cénit infinito,  como esas escaleras circulares que parecen seguir las ideas de Fibonacci.

Eso es lo que queremos nosotros como Logia masónica:

trabajar cada vez con más fuerza, sabiduría y belleza, para lograr un mundo más junto, más solidario y más digno. Cada vez mejores, siempre iguales. Y eso solo se consigue mirando hacia lo alto, hacia lo grande, hacia lo que aún no vemos, pero sabemos  está ahí:

El ideal de la Fraternidad humana.

Fraternidad