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Agotamiento masónico: un problema tácito

julio 31, 2023

El agotamiento masónico es algo real, y como Logia debemos hacer todo lo posible para evitar “quemar” o que se quemen nuestros hermanos.

Foto: Adobe Stock

Este problema tácito se reconoce de forma intuitiva y se caracteriza por ser personal y contextual.

Cuando hay ruido, que puede ser ocasionado por barreras en la comunicación, prejuicios, la influencia de la cultura y educación individuales, la falta de conocimientos sobre temas concretos, etc., los conflictos y tensiones se hacen frecuentes, avivados por personas que se quejan mucho pero que no ofrecen soluciones.  Los desacuerdos y las disputas se acumulan en la oscuridad de la ambigüedad.

¿Cómo podemos trabajar bien juntos, siendo librepensadores con posibles diferentes puntos de vista?

El desacuerdo produce debate, pero la disidencia produce desaprobación. Las personas que no están de acuerdo pueden confrontar sus ideas, pero las personas que critican provocan enfrentamientos.

Una Logia puede nutrirse del desacuerdo, pero la desautorización la mata. El desacuerdo es el alma de la democracia; el reproche es su cáncer… Los discrepantes buscan soluciones a problemas comunes; los opositores buscan el poder para sí mismos.

El conocimiento que nos procura la Francmasonería nos acerca a una visión crítica para alcanzar la verdad, para aprender a valorar y analizar el entorno en el que actuamos y ser capaces de ir más allá de lo que vemos. Pero nos enfrentamos al reto de que, en el ámbito de nuestra Institución, compartir la verdad es muy complejo debido al carácter dinámico del entorno.

Imagen: giulianodibernardo.com

Cada integrante del Taller ve lo que se está desarrollando encima del escenario de diferente manera. Opera según su conocimiento tácito, influido por el marco en el que se mueve y sus experiencias previas. Pero no debería encontrarse reducido al simple “saber” de su cultura y valores; debe procurar un ver y entender no estático.

No somos meros elementos o componentes en una situación, sino compartimos un proceso de transferencia como intercambio de conocimiento. Es “transferencia” y no “difusión”, porque el movimiento que se genera es una experiencia distintiva que depende de las propias características de las personas involucradas.

La atmósfera de Fraternidad debería plasmarse como una confianza mutua basada en la empatía con las circunstancias personales del otro.

La comunicación así entendida es un proceso que va mucho más allá del hablar cara a cara: es saber apreciar cómo conectar con la otra persona, cómo compartir y qué se puede aprender con ello.

Debemos entender el papel fundamental de las conexiones y relaciones interpersonales con los demás dentro del Taller y fuera, como un recurso intangible, que permite a la Logia capitalizar la diversidad, acercar posturas y reconciliar diferencias.

Imagen: Santiago Lombardi

La dificultad de la transferencia del conocimiento tácito, las barreras a la comunicación y los factores que dificultan la transmisión generan una serie de “pasillos”, espacios que no permiten la interconexión entre las personas. En ocasiones se trunca una Logia y se fractura la cadena por la interposición de barreras que generan una separación.

Se produce ineficiencia dentro del Taller para hacer frente a los diferentes retos, también falta de enfoque y de alineación; esto desemboca en una incapacidad de adaptación o resiliencia como ente y de las personas que lo componen en concreto.

Si no escucharnos y llegamos a comprender la perspectiva de la realidad de cada uno de nuestros hermanos, eventualmente, quemamos a nuestros Hermanos.