Te das cuenta cuando descubres que existe un mecanismo que nos conecta entre nosotros: la fraternidad.
Cualquier persona puede descubrir que posee esta habilidad natural. La conexión entre los integrantes de una Logia, de una Obediencia, de la Francmasonería universal, ¿es la Fraternidad? ¿Practicamos la verdadera Fraternidad siquiera en nuestras Logias?
Es difícil realizar el trabajo correcto: convertir el código moral en una forma de establecer una realidad positiva entre todos nosotros.
Encontraremos este magnético síntoma de humanismo en cualquier persona que crea, como también lo hicieron los mayas, que su “Inlakesh” no es solo un saludo: cuando “yo soy tú y tú eres yo”, dejamos de ser neutrales y participamos en la creación de un mundo mejor.
Pertenecer a la Francmasonería no es solo permanecer dentro de un marco en una institución; debería invitarnos a hacernos la pregunta: ¿hay entre nosotros quien no se siente bienvenido, respetado o apoyado?
Cultivar el sentido de reconocimiento no puede dejarse al azar. Es algo que hay que hacer con la intención de seguir creando condiciones de integración. Esto requiere abandonar los automatismos en los golpes de mazo y cincel, también como organización. Cada paso debería acercarnos a esa conexión como personas que practican el ideal de la Francmasonería.
¿Cómo nos sentiríamos, pensaríamos y actuaríamos si operáramos desde la premisa de que yo soy otro tú?