En la mañana del pasado 12 de junio, en la Asamblea General de la GLSE, el reelegido Gran Maestre, Xavier Molina, acababa de tomar posesión de su cargo. Ya había prestado solemne juramento. Era el momento de leer su discurso. Bajó de la presidencia e hizo algo inaudito: se despojó del solemne collar amarillo, del mandil que le señala como presidente de la GLSE, y se anudó a la cintura un sencillo mandil blanco con la baveta hacia abajo: el distintivo del Segundo Grado, el de los compañeros masones. Solo entonces sacó unos papeles de la americana y se puso a leer.
Esto es importante porque es un símbolo muy poderoso, y la Masonería funciona primordialmente mediante símbolos. No era la primera vez que lo hacía. Cuando tomó posesión de su puesto por primera vez, el sábado 9 de junio de 2018, en Vitoria, Xavier Molina dejó a todo el mundo (mucho más de un centenar de personas) con la boca abierta. Porque hizo lo mismo. Se quitó el aparatoso mandil y el collar que le habían puesto ceremonialmente diez minutos antes y se puso un mandil… de Aprendiz. Y solo entonces, como ha pasado el 12 de junio en Barcelona, leyó sus primeras palabras como Gran Maestre.
Entonces, hace tres años, hizo muchas promesas. Las cumplió todas. Incluso las que parecían sueños o quimeras. Trazó grandes planes, esbozó proyectos, abrió caminos nuevos. Tres años después, la GLSE los transita a buen paso, con entusiasmo y con ritmo vivo, sin pararse por nada. ¿Pandemia? ¿Qué pandemia? Desde que comenzó el célebre y ya lejano estado de alarma, en marzo de 2020, la GLSE ha abierto diez Logias más en toda España. Hemos hecho de la necesidad virtud, lo mismo en nuestra Logia, Arte Real, que en la GLSE.
Ver al Gran Maestre intervenir en público vestido con un sencillo mandil de compañero masón quiere decir muchas cosas. Una: todos somos Aprendices, lo único que nos distingue es la experiencia que llevamos encima después de los años. Otra: el grado de Compañero, desde siempre un grado que se consideraba “de paso” o “de tránsito” entre el de Aprendiz y el de maestro, es fundamental: seguramente es el Grado al que más ha cuidado Xavi Molina en estos tres años, con la creación de las Tenidas nacionales y el Libro de Formación del Compañero… Otra más: aquí todos somos esencialmente iguales, como hermanos iniciados que somos. En ese camino iniciático, el punto de llegada es el punto de partida, una y otra vez, una y otra vez. El objetivo es servir, ayudar, sostener, animar, ilusionar a quien viene, a quien empieza, a quien echa a andar en la búsqueda de su autoesclarecimiento.
Para eso no hacen falta collares ni mandiles impresionantes que pueden inflamar la vanidad de algunos, a pesar del trabajo que hacemos para prevenir esa enfermedad. El que más “alto” está es quien más trabaja, quien más obligaciones tiene, quien asume la responsabilidad de ganarse el respeto de los demás. Porque nadie merece respeto por el solo hecho de llevar un mandil de colores o con muchos adornos. Es al revés. Se lleva ese mandil porque uno se ha sabido ganar ese respeto. Y lo ha hecho gracias a su humildad, a su comprensión, a su trabajo y a su capacidad de aprendizaje, de sacrificio y de fraternidad. No hay ningún mérito más. Ninguno.
Xavi Molina lo dijo en su discurso del otro día: “Nuestro compromiso debe trascender nuestra Logia. Nuestro trabajo debe ir más allá de las puertas del templo. Nuestra ilusión debe contagiar al Aprendiz, hace andar al Compañero e iluminar al Maestro”. Así es. Ni más ni menos. Y él lo hace. Por eso arrasó en las elecciones, en las que votamos todos, desde el último Aprendiz iniciado hasta el más veterano de los maestros. Por eso la GLSE está creciendo como crece. Por eso nuestro mensaje es cada vez más eficaz, más claro y llega a más gente. Por eso nuestra Gran Logia funciona cada vez mejor.
Porque Xavi Molina dice la verdad, cosa no siempre fácil. Porque es sincero. Porque cumple lo que promete. Porque tiene muy claro que no es perfecto y es el primero en reconocer sus errores. Porque trabaja muchísimo. Porque sabe ayudar y es el primero en hacerlo.
Y porque tenemos un Gran Maestre que es perfectamente capaz de calzarse un mandil de Aprendiz o de Compañero para ponerse a trabajar. Y lo hace porque es así como se siente. Ojalá todos pudiésemos decir lo mismo.