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Sigue la guerra, ¿y los masones, qué?

abril 6, 2022

La Masonería cultiva los principios de la decencia y la responsabilidad personal.

Imagen: lavanguardia.com

Promueve el compromiso individual con el humanismo para su práctica en sociedad; de la verdad y la justicia; de la fraternidad y la filantropía; de la ordenada libertad civil, religiosa e intelectual. Pero también requiere de cada uno de sus miembros la fidelidad, la lealtad y el acatamiento a las leyes del estado en el residan.

Posee un sistema ético velado en alegorías e ilustrado por símbolos, cuyo principal objetivo es la búsqueda de la “luz”, que es análoga a la “verdad” / “realidad” o, como dice John Locke:

“El conocimiento de las cosas, tal como se encuentran en sí mismas, y no en nuestra imaginación”.

A veces no es fácil de interpretar y como nos recuerda Lord Bolingbroke:

“El conocimiento de las cosas tal como son, y el conocimiento de las ideas acerca de ellas, son extremadamente diferentes, tan diferentes como la luz inmediata y reflejada, como el conocimiento relativo y absoluto”.

Por difícil que parezca la tarea, está al alcance de toda persona que firmemente camine hacia la verdad.

Funcionarios municipales pintando una bandera ucraniana en Odesa. YULII ZOZULIA- EP

Un Francmasón, por lo tanto, intenta ser una persona de honor y de conciencia, que ha de preferir su deber a todo lo demás; independiente en sus opiniones y de buenas costumbres, sería partidario del humanismo; cordial y bondadoso con sus hermanos, está dispuesto a ayudar a sus semejantes por todos los medios a su alcance.

Esto le aleja de actuar sobre las cosas pasando por encima de ellas o aplastándolas, y le acerca a la observación del entorno para intentar descubrir lo que puede unir desde todo aquello que separa. Es la tarea de promover un allanamiento capaz de resolver los obstáculos provocados por la incomprensión, tanto en las relaciones sociales como en las político económicas difíciles, o, en el plano espiritual, en la turbiedad áspera que oculta a las personas su propia luz.

La unión entre los seres humanos pasa por el reconocimiento previo de aquello que puede unirlos, es evidente que el primer paso consiste en reconocer en nosotros mismos aquello que nos convierte verdaderamente en el prójimo, dejando de hacer distinciones por el sexo, raza, religión, riqueza o nacionalidad.

Una vez reconocido este elemento, todas las numerosas pretensiones individuales productoras de caos, pueden supeditarse a la aspiración del humanismo.

Ciertamente, en la política y en la economía universal, existen elementos a cribar y otros a extinguir, pero esto jamás puede hacerse en un clima de denigración y de odio.

Generalmente, en la construcción, cuando algo está nivelado, tiene más que ver con el suelo sobre el que se apoya que en la gravedad en su conjunto. Esto alude a la Justicia. La balanza, que es un símbolo común para referirse a la misma, tiene un nivel como elemento central. Ahí debería situarse el Honor, vinculado a la dignidad, a las conductas que explican las relaciones sociales: ética e integridad.

Esta síntesis filosófica, implica la voluntad de actuar con audacia para mejorar y mejorar es poner peso en la balanza del libre albedrío. Y como el destino no es una cosa inmutable, nuestro pequeño grano de arena, la sustancia solida más importante del mundo y que está en todas partes, incluso en lugares inesperados, es importante: hasta el mismo William Blake decía: “Ver un mundo en un grano de arena”.

¿Qué tiene que ver esto, con lo que los masones deberíamos hacer en tiempos de guerra?

La Masonería es una Institución y los masones somos personas; habremos de separar el todo de las partes. Como institución ha sido y sigue siendo apolítica, pero tiene que lidiar con el impacto de una guerra, de cualquier guerra. Entonces, cuando llega la guerra, ¿los masones?… Tal vez puedan encontrar su sitio actuando con honor y como es su deber: con decencia.

Toda guerra es una derrota del humanismo, por eso siempre y siempre ¡NO A LA GUERRA!

La guerra es siempre sin humanos…