Reina en lo alto del pódium de las preocupaciones de los jóvenes, actualmente, su acceso al mercado laboral.
Al menos, esto indica una encuesta a 13.587 jóvenes españoles de entre 16 y 34 años, residentes en 51 municipios del ámbito rural y urbano, iniciativa de la empresa de comunicación PlayGround, cuyo análisis se ha coordinado por la doctora en Sociología Liliana Arroyo, con la colaboración de la fundación Ashoka, ESIC University y el soporte tecnológico de la plataforma de participación ciudadana Osoigo.
En nuestro país existe la llamada “solidaridad intrafamiliar”: los adultos ofrecen apoyo tanto a sus hijos como a sus familiares mayores. Este respaldo no puede suplir al sistema público de protección social, que debe afrontar las dificultades de los sistemas productivo, económico y financiero, pensando que los más jóvenes se ven especialmente afectados por las condiciones laborales precarias.
El estado debe facilitar la transición de la escuela/universidad al trabajo, mejorarando el vínculo entre la educación y el mercado laboral. Gran parte de los sistemas e instituciones de educación superior no están adaptados a las necesidades dinámicas reales del mercado laboral. Por lo tanto, se necesita más consonancia entre el aprendizaje, las instituciones y los empleadores. Además, existe una obsesión excesiva por las titulaciones y certificaciones, en detrimento de otras habilidades que son el recurso de los jóvenes sin acceso a la educación formal.
También debería existir flexibilidad para abordar variaciones autónomicas y locales, con el fin de lograr resultados más justos, evitando las disparidades regionales por los contextos socioeconómicos desiguales.
La innovación es esencial en la orientación de las decisiones de inversión.
Es un compromiso de todos acabar con la inseguridad laboral, la prevalencia de contratos a corto plazo; los bajos salarios, en medio del aumento del costo de vida; los obstáculos para obtener una experiencia laboral práctica adecuada; y las pocas oportunidades para avanzar en el lugar de trabajo. Todo esto impide conseguir a nuestros jóvenes lo que antes era conocido como un “trabajo decente”.
Debido a la crisis económica mundial, los gobiernos aplican medidas de austeridad para reducir el gasto público, incluso en sectores sociales como el empleo y la educación. Sin embargo, la evidencia demuestra que estos programas de austeridad pueden conducir a un aumento del desempleo.
Los jóvenes requieren inversiones financieras y sociales para desarrollar su potencial, hacer la transición a la edad adulta y ser activos ciudadanos comprometidos.
Para saber más:
FUNCAS: un balance social de la crisis
