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No hay alternativa a la libertad de expresión

agosto 13, 2022

Cuando un tema controvertido se convierte en discurso de odio, ¿se debe prohibir o rebatirlo es suficiente?

Lightspring vía Shutterstock

Stephen Ceci  y Wendy Williams, han estudiado a fondo esta cuestión:

“La libertad de expresión no es solo para las opiniones que todos compartimos. Ese tipo de discurso no necesita protección. Es para expresiones que pueden ser viles, odiosas y repugnantes. Eso tiene que ser parte del entendimiento cultural”.

De hecho, tenemos la responsabilidad de escuchar, porque escuchar nos permite extender la libertad de expresión a los demás.

Pero, ¿es tan difícil determinar cuándo las discusiones sobre temas controvertidos se convierten en discursos de odio?

La metamorfosis se ha producido a nuestro alrededor y los costos son innegables. El debate abierto se ha transformado en autocensura y silencio aterrorizado; lo que solía celebrarse como un entorno de cuestionamiento intrépido se ha convertido en un mundo embrutecedor de represión.

El delicado equilibrio entre la libertad y la seguridad

Imagen: Jae Tanaka

Aquí están en juego valores importantes y la comprensión de qué es la libertad y qué es la igualdad, dentro del dilema político de la libertad de expresión yuxtapuesta al daño del discurso hostil.

Es importante advertir que existen personas que pueden entender el daño de la incitación al odio y seguir apoyando la libertad de expresión, por creer que ésta es más esencial que censurar el contenido del discurso. Otros piensan que alguna regulación es necesaria.

El ejercicio de estos derechos, sin miedo ni injerencias ilícitas, es fundamental para vivir en una sociedad abierta y justa. Sin embargo, existen gobiernos que encarcelan de forma rutinaria a las personas, o algo peor, como la pena de muerte, por “delitos” como la apostasía, la blasfemia u otras declaraciones que puedan percibirse como opuestas a la religión o gobierno dominante.

Nosotros, dentro de los márgenes de legalidad no tenemos ese problema. Pero pensemos en lo sucedido a escritores, librepensadores, políticos y otras personas cuando desde lugares lejanos han sido condenados a muerte:

El 14 de febrero de 1989, el día anterior a la publicación en los Estados Unidos del libro de Salman Rushdie, “Los versos satánicos”, el líder espiritual y político de Irán, el ayatolá Jomeini, emitió una fatua contra él, (Irán también ofreció una recompensa de varios millones de dólares por su asesinato).

En diciembre de 1860, el gran orador estadounidense y antiguo esclavo Frederick Douglass pronunció uno de sus mejores discursos, “A Plea for Free Speech in Boston”. En él, declaró audazmente que “la libertad no tiene sentido donde el derecho a expresar los propios pensamientos y opiniones ha dejado de existir”.