El miedo y la ira pueden volvernos vengativos e injustos, hasta llegar a carecer de conmiseración.

“De esta manera nos condenamos a nosotros mismos tanto como victimizamos a los demás”. Just Mercy: A Story of Justice and Redemption, Bryan Stevenson.
Todos nosotros somos más de lo peor que hayamos hecho alguna vez, sin embargo, cuando nos ataca una persona despiadada, podemos llegar a dudar en la existencia de la humanidad.
¿Y la justicia? ¿No es el perdón permitir que la gente se salga con la suya? ¿No es excusar la injusticia?
A primera vista, ser clementes con aquellos que no la serán con nosotros parece ser cualquier cosa menos un mecanismo de supervivencia. Parece como si el perdonador se hubiera rendido entregado a la injusticia, pero no.
Aristóteles nos enseñó, hace más de 2000 años, a nunca, nunca practicar una virtud aisladamente de todas las demás. El perdón y la justicia necesitan crecer juntos para que la otra persona no se aproveche del condonador.
Perdonemos y busquemos la justicia; no es “o esto o lo otro”.
Es posible que “deshacer” nuestros propios fracasos personales sea casi imposible. Sin embargo, podemos ayudar a “deshacer” los fracasos de los demás.
