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La influencia social

junio 5, 2022

El estudio de la evolución  humana puede ayudarnos a comprender por qué la violencia, el control y el miedo perduran entre nosotros en pleno S. XXI.

La influencia a menudo se asemeja al control. No necesariamente nos referimos a un control coercitivo, existen muchos matices que lo diluyen. Es difícil comprender la relación entre las estructuras de control y la complejidad del comportamiento colectivo.

La jerarquía de control está diseñada para permitir que un solo individuo (el controlador) dirija el comportamiento colectivo, pero no directamente el comportamiento de cada individuo. De hecho, no necesita conocer el comportamiento de un individuo, sino actuar sobre un engranaje que asegure que el control sobre el comportamiento colectivo se traduzca en controles que se ejerzan sobre cada individuo.

Hemos evolucionado como seres sociales, empáticos, colaboradores y altruistas en pequeños grupos que comparten identidades comunes. Al mismo tiempo, el miedo a lo extraño se ha incorporado a nuestros sistemas, lo que influye en la forma en que percibimos a otras personas cuyas ideas no coinciden con las nuestras. Todavía estamos en las garras del “pensamiento de grupo”.

¿Cómo cerrar la brecha de hostilidad hacia personas que promueven valores como Libertad, Igualdad y Fraternidad?

El artículo 29 de la DUDH reconoce que: “ Toda persona tiene deberes para con la comunidad en la que es posible el libre y pleno desarrollo de su personalidad”. Aún así, nos damos de bruces con personas que no respetan la libertad de pensamiento y atacan a quien vive conforme a otros ideales.

La información negativa y el enfoque de “hechos alternativos” adoptado por un gran número de medios de comunicación y políticos intensifica el miedo, neutralizando el pensamiento crítico, creando una visión de túnel y provocando una aversión de la población hacia otras formas de vivir.

El efecto de los demás, se manifiesta de forma diversa y muchas personas cambian su comportamiento debido a la presencia de otros. Estamos sintonizados con quienes nos rodean, a quienes observamos, muchas veces, para obtener pistas sobre cómo comportarnos para poder navegar de manera segura en nuestros entornos sociales.

¿Para encajar?

El mundo está lleno de órdenes dadas por quienes tienen poder sobre nosotros, ya sea en persona (el jefe, un policía, tus padres,…) o mediante palabras o señales (como los semáforos). La presión para conformarse en tales situaciones puede ser extrema y la obediencia puede tener un lado oscuro. En este experimento mostrado en el video, un investigador planteó una situación en la que los sujetos tenían que decidir si seguir las órdenes de infligir dolor a otra persona.

El resultado mostro lo difícil que es resistirse a la autoridad. Aunque se realizó en una época y tiempo social diferente, los científicos realizaron otra versión modificada del estudio hace pocos meses y los sujetos reaccionaron de manera similar.

La influencia de los demás es tan omnipresente que podemos experimentarla incluso cuando estamos solos: ajustamos nuestro comportamiento en respuesta a una presencia implícita (una cámara de seguridad, por ejemplo) o imaginaria (“¿Qué diría mi madre?”).

Además, ¿cuántas veces nos han inculcado “Donde fueres, haz lo que vieres”? … Si no estás seguro de qué hacer en una situación, miras a tu alrededor para ver qué están haciendo los demás y cambias tu comportamiento para que coincida. El ser humano evolucionó para vivir en grupos, encontrando formas de suavizar las interacciones, reducir los conflictos y coordinar la acción. Adaptarse al grupo puede ser una cuestión de supervivencia.

El deseo de encajar es tan fuerte que las personas a veces se ajustan a un consenso grupal incluso cuando va en contra de su propio juicio, al menos en público.

¿Qué pasa cuando el grupo no lo ve como tú? Si la presión de los demás se hace más explícita, el conformismo se solapa con otro tipo de influencia social: el cumplimiento, que responde a la petición directa de otra persona.

El modelo colectivo tradicional se basaba en la uniformidad de los individuos más que en la diversidad. La ideología del individuo no se basa en lo colectivo, sino solo en lo que le sirve a sí mismo. La filosofía democrática, expone la idea de que las acciones individualistas también benefician al colectivo, y la filosofía del comunismo incluye la idea de que el colectivo beneficia al individuo. Sin embargo, el concepto de civilización como un organismo complejo formado por seres humanos es cualitativamente diferente a cualquier forma de gobierno.

La conclusión es que el poder de las convicciones es arroyador, tanto que se atropeya al que piensa y vive de manera distinta.