Mitos y leyendas, verdades y certezas. La cuestión del origen de la Masonería es algo compleja.
Escribe T. John Hamill, sobre dos tipos de enfoques en cuanto a la historia masónica: el científico, desarrollado a partir de hechos comprobables o de documentos; y el que la sitúa en el contexto mítico, buscando vínculos entre las enseñanzas, alegorías y simbolismo de la Masonería y de las distintas tradiciones esotéricas. La ausencia de algunos conocimientos sobre el período de los orígenes y la diversidad de planteamientos, explican por qué esta cuestión sigue siendo fascinante.
Parte de sus fuentes míticas o simbólicas provienen de los iniciados egipcios, de los constructores del Templo de Salomón en Jerusalén o de los Misterios de Eleusis, entre otras. Las enseñanzas de las sociedades iniciáticas de la Antigüedad prepararon, configuraron y transmitieron, en gran medida, el ideal, el simbolismo y la forma de trabajar de la Masonería.
Todavía en el ámbito de lo mítico o de lo pseudohistórico, diversos autores han atribuido el origen a los constructores de las pirámides en el antiguo Egipto, a los Collegia Fabrorum romanos, a la orden de los templarios, a la de los Rosacruces o a los humanistas del Renacimiento.
Se habla de un texto que el príncipe Edwin de Northumberland, sobrino del rey Athelstan, habría dado a corporaciones en Inglaterra en el año 926, son las “Constituciones de York”. Este manuscrito se habría perdido en el siglo XV y parece haber sido reescrito de memoria por los que lo conocían.
Entre 1050 y 1350, y al calor del fervor religioso de las Cruzadas, se construyeron alrededor de mil edificaciones en Francia, entre las cuales destacan unas noventa catedrales. La Masonería como gremio, creció; permanecía cerrado en sí mismo, se llamaban entre sí hermanos y no dejaban entrar a nadie ajeno.
Se concibe el origen más plausible de la Masonería en la Carta o “Estatutos de Bolonia”, redactado en 1248, el documento masónico original más antiguo que se conoce. Trata de aspectos jurídicos, administrativos y de usos y costumbres del gremio.
Le siguen en antigüedad otros documentos, como el “Poema Regius” o “Manuscrito Halliwell” (1390), el “Manuscrito Cooke” (1410), el “Manuscrito de Estrasburgo” (1459), los “Estatutos de Ratisbona “(1459), los de “Estatutos de Schaw” (1598), el “Manuscrito Iñigo Jones” (1607), los “Manuscritos de Absolion” (1668) y el “Sloane” (1700).
Todos estos manuscritos se refieren a la masonería «operativa» o gremial, de la que especifican sobre todo las reglas del «oficio», y los historiadores suelen referirse a ellas en un sentido genérico como “constituciones góticas”.
Pero llegó el momento en el que se dejaron de construir catedrales. El gremio empezó a decaer. Llegamos así al verdadero origen de la masonería, fuera de cualquier especulación.
En Inglaterra, un grupo de científicos de la Royal Society, institución dedicada a la investigación, se dio cuenta de que, a diferencia del oriental, el mundo occidental no tenía, más allá de las religiones, instituciones que abordaran los temas esotéricos e iniciáticos. No para competir con las instituciones del mundo oriental, sino para dotar al occidental de aquello de lo que se merecía, decidieron crear una institución en la que, independientemente de las religiones, nuestra especie humana pudiera desarrollarse. Algunos piensan que Newton fue el padre de la masonería especulativa. El científico inglés es conocido por sus teorías sobre la gravitación y porque dirigía, como científico, la Casa de la Moneda de Inglaterra. Además, era un gran alquimista, saber que constituía su devoción. Pues bien, Newton, con otros miembros de la Royal Society, asumieron la organización de las logias que quedaban y que se remontaban a los canteros (masonería operativa).
El 24 de junio de 1717, un nutrido grupo de caballeros ingleses se reunieron en la taberna The Goose and Gridiron (El ganso y la parrilla) para dar carta de fundación a una peculiar sociedad que daría mucho que hablar en los siglos siguientes: la Gran Logia de Inglaterra. Aquel acto celebrado en la noche de San Juan marcaba el inicio de la llamada masonería moderna o especulativa.
En la institución empezaron a ingresar otras sociedades iniciáticas que había en Europa: templarios, alquimistas, espiritistas, magos, etc. Todos ellos aportaron sus conocimientos, que quedaron reflejados en los rituales, amalgama de conocimientos diversos, al alcance de quien desee estudiarlos.