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Jóvenes Masones

mayo 26, 2022

Mariano Beltrán, psicólogo, investigador y activista social: la Masonería me parece una maravilla absoluta.

Entré en Masonería porque buscaba nuevas preguntas y respuestas, por una inquietud intelectual de búsqueda de conocimiento. No tenía ninguna imagen sobre la institución y creo que la gente de mi generación no sabemos qué es.

Al comenzar el recorrido masónico me sorprendí gratamente, porque los masones puedan llegar a ofrecer una imagen decimonónica de gente nerd con guantes y mandiles.

La Masonería hizo que me planteara cuestiones que antes no había apenas pensado: asuntos de autoconocimiento espiritual y trascendental, en lugar del saber que de alguna forma yo a priori buscaba.

Es como si  te abriera puertas de ti mismo que aún no conoces y te situara en contextos para que esas preguntas puedan darse, en función de cada individuo.

He aprendido a aceptar opiniones disidentes de la mía y ya no me preocupo tanto en intentar convencer, sino en intentar comprender al otro y ver que le ha hecho tener esa mirada.

Me ha sacado de la verdad absoluta y considero que la vida debe ser vivida así, saliendo de los dogmas. Es mucho más humano.

Doctorando en Psicología e Investigador en el departamento de Psicología Social de la Universitat Autònoma de Barcelona. Activista por los Derechos Humanos. Máster en Intervención Psicológica por la UDIMA y Experto Universitario en Trastornos de la Personalidad por la misma universidad. Máster en Formación del Profesorado en UNED. Diplomado en Perspectiva de Géneros y Bioética Aplicada por la Universidad de Champagnat, Mendoza, Argentina. Formación de posgrado en violencia de género y participación en congresos internacionales de temática feminista, bioética, diversidad sexual y género. Dos veces portavoz de derechos del Organismo Internacional de Juventud para Iberoamérica, único organismo internacional público en materia de juventud en el mundo. Premio Cristina Esparza Martín 2020 en la categoría de Activista del año por su defensa de la igualdad de género y a favor de los derechos del colectivo LGTBI. Ha sido uno de los observadores internacionales coordinados por el centro de Derechos Humanos Zeferino Ladrillero para velar por el cumplimiento de la Ley de Amnistía del Estado de México.

No hay que perder de vista que está formada por seres humanos, que están en un proceso de continua mejora; pero tampoco hay que romantizarla porque siempre puede aparecer algún roce.

Pero lo bonito es que siempre trabajamos en pos de la libertad, la igualdad y la fraternidad, aunque pueda llegar a verse como algo utópico. Esto hace que en la logia no se den los problemas personales que son comunes en otros entornos.

En ese contexto atemporal llegas a conectar con zonas de tu ser que no habías llegado a vislumbrar y creo que estos momentos están llegando a ser censurados en una sociedad que te obliga a producir constantemente.

En la Masonería los ritmos son más lentos. Al principio me estresaba un poco porque hemos crecido en un mundo donde todo tiene que ocurrir rápido y no estaba acostumbrado a hacer las cosas más despacio.

Ahora necesito ese tempo de decantación, vivenciando más el proceso y dejando que el resultado fluya. Me parece una maravilla absoluta.

Nunca había trabajado con lenguaje simbólico, aunque el mundo esté lleno de símbolos allá donde mires, pero hoy en día para mí los símbolos masónicos ya son parte nuclear de mí mismo: nos conectan a todos en todo momento sin dogmas y traspasando las limitaciones del lenguaje.

A la gente de mi generación les puedo contar mi experiencia: en la Masonería pueden encontrar un lugar para ser más ellos mismos y para conectar con caminos interiores que ahora mismo la sociedad ni enseña ni fomenta.

Además, es un foro fantástico para seguir creciendo, porque no hay un dogma, no hay una verdad y cada uno se plantea y se responde a sí mismo.

Hay momentos en una tenida que son atemporales, no soy consciente de si han pasado 5 o 25 minutos y es una sensación que sólo he vivido aquí.